A menudo, a pesar de estar en un mundo social, en un entorno donde parece casi imposible no interactuar (sea presencial o de forma digital), podemos sentirnos solos. Así, aunque realmente estemos rodeados de personas, el grado de confianza, intimidad y comunicación puede ser muy bajo, fomentando el sentimiento que aquí exponemos. Por ello, no es necesario estar real y físicamente solos, solo necesitamos sentirlo, y esto a veces es difícil de entender. Además, en muchas ocasiones este sentimiento queda enmascarado por otros como tristeza, apatía, impotencia, frustración o incluso ansiedad, siendo complicado detectar que lo realmente importante para la persona es que se siente sola. Y además, esta puede adoptar diferentes mecanismos para gestionarlo, siendo el más común el aislamiento o la desvinculación.
La Soledad se define como aquel estado mental que puede surgir ante la soledad física o en compañía, y en la que aparecen sentimientos como la incomprensión, la falta de apego con los demás, la inseguridad o la sensación de vacío. Además, aunque se han propuesto diferentes subtipos (existencial, emocional, positiva, transitoria y crónica), no existe consenso acerca de ellos. Sea como sea, esta emoción supone uno de los motivos que nos encontramos más a menudo en la práctica clínica, pero es necesario realizar una evaluación y exploración minuciosa del caso para poder detectarlo y en consecuencia trabajarlo. Por ello, a continuación se exponen algunas de las principales señales que nos indican que la persona ha crecido en soledad o sintiéndose sola:
- Sentirnos solos a pesar de estar rodeados de gente.
- Mostrarnos dependientes, es decir, aferrándonos mucho a los demás.
- Poseer una baja autoestima.
- Tener dificultades para definirnos a nosotros mismos, es decir, problemas de identidad.
- Vernos incapaces o sin habilidades para establecer vínculos.
- Sentir que somos poco valorados por el grupo o los demás.
- Mostrar desconfianza o miedo hacia los demás y las relaciones.
- Sentirnos excesivamente incomprendidos por los demás.
- Disculparnos constantemente y ser excesivamente serviciales.
- Tener dificultades para gestionarnos emocionalmente.
- Necesidad de llamar la atención.
Como vemos, existen diferentes características que pueden evidenciar que la persona ha podido crecer en un entorno poco cohesionado, o simplemente sintiéndose diferente o apartada. Estas señales son claves para entender el malestar que pueda estar experimentando ahora, y resultará muy importante trabajarlo en terapia. En este sentido, la Terapia Cognitivo-Conductual, con componentes como la Reestructuración Cognitiva y el Entrenamiento en Habilidades Sociales, pueden ser herramientas clave.